proyectos | Viabizzuno progettiamo la luce

zero es un interior milanés. corso magenta, una de las calles históricas de milano, es un verdadero paradigma de elegancia de la ciudad y del comportamiento por el cual el decoro se ha convertido en proverbial cómo la discreción de sus habitantes. el ejemplo de piero portaluppi, en la cercana casa de los atellani, ha inspirado muchas de las elecciones del proyecto y llevado al cliente a trabajar por delega, como en los grandes encargos del pasado. una cierta valentía espacial en la definición del zoning, debido también a las limitadas dimensiones del espacio, el uso de un parámetro sentimental para la elección de los materiales y objetos, todos artesanales, son los artificios de un ejercicio fundamentalmente no especulativo. sobre una superficie de unos 200 m2, se desarrollan una cocina a vista, vísceras de acero envueltas por un elemento de cristal reflectante, un comedor con espacio para dieciséis persona sentadas y un privé reservado para otras tantas. en un espacio separado, con un acceso independiente de la calle, se encuentra el take-away, verdadera innovación funcional de esta gastronomía contemporánea. una mesa de mármol negro expone alimentos ensamblados con el cuidado maniacal de la joya artesanal, recuperando el gusto de la compra a vista, por forma, color, consistencia y turgencia. en la planta subterránea corren los flujos ordenados de los tamaños del pescado que transforman una común bodega comunitaria en un sistema preciso de ensamblaje de las mercancías. la preparación de la comida, según una costumbre estratificada en el ámbito internacional, se produce en el punto más visible de la calle, en correspondencia con la entrada, evidenciando el cuidado en la preparación de la comida que la cocina japonesa considera parte integrante del rito de nutrirse. una gran verja compuesta por secciones cilíndricas de cobre, interrumpidas por arcos a lo largo del eje horizontal y dispuestas sobre dos diferentes niveles para la intersección, produce a lo largo de la calle un gran filtro escultural, memoria de los arzigogoli florealis del eclecticismo del s.XX. el involucro es un campo gris, en el que la presencia de formas y rigor geométrico se entregan a una atmósfera de calor y sensualidad. algunos elementos seleccionados exhiben el decoro de la propia transformación física, la fotografía de un proceso de estratificación que la elaboración artesanal ha seccionado y fijado en el tiempo. un concepto de ostentación sobrio que ha condicionado el pensamiento que contiene buena parte del proyecto. las estrías horizontales del ébano como las cintas tigre del himalaya, las calcificaciones y los depósitos ferrosos del ónice como manchas de rorschach. el uso de la naturaleza como componente decorativo y figurativo del espacio es la verdadera conexión que zero establece con la cultura oriental. una larga cinta de ónice blanco, decorado con intrusiones de color marrón y caramelo y cruzado por reflejos de los cristales que camuflan las zonas de servicio, conduce a una gran mesa de ébano y acero, con encima una lámpara compuesta por casi cuatrocientas formas de cristal de murano colado. pagliesco, talpa, cristallo y ametista son los nombres que venini ha ideado para las tonalidades de estos objetos, dos toneladas de cristal colgadas a través de una greca y algunas placas reflectantes disimuladas entre los reflejos producidos por las fuentes de luz indirecta. la circularidad del zero, utilizada como divertissement connota aquí y allí algunos elementos del proyecto. en correspondencia con el espacio que se asoma a la calle 400 cuerpos de iluminación cono infinito dorados en su interior (producción Viabizzuno), sumergidos en el techo, componen un raster irregular de llantas a-dimensionales que de noche aparece como una instalación luminosa. del mismo modo, por el cual el espacio es también lugar de sensaciones inesperadas, se animan los servicios, donde lavabos de diseño, cierres de proporciones insólitas y fuentes luminosas que varían de color a través de un mando electrónico, componen un ambiente sensible, complementario a la experiencia de la comida.